En el barrio eran comunes los juegos bélicos, nunca llegué a
participar de los piedrazos pero sí una vez tiré una piedra para arriba
mientras jugábamos al fútbol y se la pegué en la cabeza al “Caco”, uno de los
más grandes del grupo. (Me perdonó la vida a pesar del chichón que le salió)
Esta vez el juego era tranqui… cada uno con sus canutos, (de
caña o de pvc fino… así estábamos armados) y de municiones usábamos las
pelotitas o bumbulas que dan los árboles de paraíso.
Yo, como buen estratega inteligente que soy había elegido ubicarme
arriba del árbol. No muy alto por el
pánico a las alturas pero lo suficiente como para estar más arriba que
los demás y de ahí atacar, además tenía bumbulas de sobra para utilizar.
No contento con esa ventaja… se me ocurrió la genial idea de
meterme de a cuatro , cinco seis.. que se yo.. un montón de bumbulas y escupirlas como si mi
canuto fuera una pistola automática.
Me sentía un ganador total.. y hubiera seguido ganando al otro día seguramente… de no ser porque las bumbulas son muy tóxicas y pasé toda la noche y el día siguiente con diarrea y vómitos. (Moraleja: hay que bajar un cambio con la carrera armamentística)