martes, 11 de febrero de 2014

Una maldad (que debería patentar)

11 de febrero de 2014 a la(s) 23:29
A Maxi se la tenía jurada, era uno de los habilidosos en la categoría pre-infantiles, grupo un año menor a la que pertenecía yo. (Club de la Universidad Nacional de San Juan, año 1990 aprox)

Esa tarde se armaron equipos con las dos categorías, y   cuando nos tocaba jugar en contra,  él me canchereaba y sobraba todo el tiempo durante todo el partido. Mis limitaciones técnicas combinadas con la poca tolerancia a perder y mucho menos a ser humillado… habían recargado en mí un sentimiento de rencor que, al enfriarse de a poco y dejarlo madurar, logró incorporarse a la frialdad del raciocinio para elaborar un plan malignamente excelente.

Descansábamos porque jugaba otro grupo… y Maxi miraba el partido de pie al lado de la cancha. Detrás de él, a unos metros y con una pelota de basket de cuero tamaño oficial en mano… yo pensaba, meditaba… calculaba… sin emitir expresión.
Hasta que decidí actuar y llevar a cabo un simple pero  genial plan de doble acción.
El primer paso fue animarme a lanzar la pelota apuntando a su cabeza.
Ya de por sí era importante la precisión, y la calculé bien, pero era muy obvio y de broma pesada fácil apuntar y pegarle desde atrás a una víctima desprevenida. Mi “frutilla del postre” fue gritar al mismo tiempo en el que lancé la pelota…


-“MAXIIIIIIII!!!"-

((Y sí, ahora que lo recuerdo, y poniéndome en su lugar. Quisiera imaginarme qué habrá pasado por su cabeza antes de recibir ese impacto de 650gramos de materia aumentados en kilogramos por la fuerza de la inercia y esas cosas de la física.))

Volviendo a la escena, lo que vi se transformó en un instante épico de mi memoria.  Esa fracción de segundo en la que se dio vuelta para enseguida abrir los ojos grandes y no llegar a cubrirse con los brazos…ese “momento kodak” fue el resultado más satisfactorio de lo que había premeditado (La pelota le podría haber roto el tabique…pero gracias a sus reflejos anti pánico alcanzó a mover un poco la cabeza y la pelota sólo le abarcó la zona derecha de la cara y parte del parietal)

Yo sonreí, conforme con mi perfecta ejecución. Pero más satisfecho aún con  la interacción de la víctima girando en respuesta a mi llamado… sintiendo así a mi voz como si fueran los hilos manejando a una obediente marioneta.

No llegó a ser un Knock Out, Maxi quedó confundido… tambaleando como si fuera un viejito que le han robado el bastón… o un bebé que está aprendiendo a hacer equilibrio antes de caminar (cada uno imagine a gusto, yo tengo en memoria la escena original)

Le pedí disculpas, por supuesto. Sabía que me había excedido.




Moraleja: “La parábola que avisa no traiciona®” pero si te agarra desprevenido puede ser peor.

Moraleja 2 (más reflexiva): esto que escribí, si bien lo disfruté en su momento, no lo recomiendo y no me parece correcto hacerlo por más perfecto que parezca (lease en tono de mensaje preventivo como los que aparecen en las etiquetas de cigarrillo)


algo así pero con pelota de basket
algo así pero con pelota de basket

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