miércoles, 2 de octubre de 2013

Fair Play (En el día Internacional de la No Violencia)

Nos habían regalado un juego de ping pong marca Luisito®. En la caja venían la red, las paletas y un par de pelotas… todo marca Luisito®.

La mesa que utilizábamos para jugar no era marca Lusito®. Era una mesa sobreviviente al terremoto que sacudió San Juan en 1944. Ovalada y llena de pocitos e imperfecciones, supongo que la gran mayoría producto de escombros y pedazos de techo que le habrán caído en aquel suceso… (y a lo mejor algún que otro agujero de compás realizado por mí  más recientemente… no mucho más que eso)

Bueno… digamos que era una adaptación extraña para desempeñar la práctica del  ping pong… y yo venía de mala racha.  A mi modo de ver, mi hermano o cualquier rival siempre se veía favorecido por esos relieves, aumentando mi bronca a medida que la “caprichosa” rebotaba a su antojo en cualquier dirección ajena a la esperada por mí. (“caprichosa” = pelota, según Quique Wolf)

Así venía yo, con resultados negativos…  no sacábamos porcentaje del descenso… pero sentía que si no ganaba ese partido me iría a la “B”…

Al principio lo dominé, luego se emparejó y en los últimos puntos volvió el fantasma de la “mala suerte”. Luego de la respuesta airosa a un remate ofensivo de mi parte, la pelota en mi sector apenas rozó el borde (también redondeado) de la mesa logrando esquivar el paletazo y reposando cerca del lavadero…. 17 a 21 abajo.

Ante la impotencia contenida de haber perdido “injustamente” le arrojé la paleta Luisito® a mi hermano ubicado en campo enemigo y acerté. Él , copiando la acción (típica de hermano menor), replicó lo mismo. Yo, al encontrar un motivo (Sentí un espíritu justiciero similar al que le imagino a E.E.U.U. cuando ataca países corruptos e irrespetuosos de la paz mundial y los derechos humanos)… fui a su encuentro.

Mi hermano intentó escapar pero no pudo, lo acorralé cerca de la cocina… y midiendo la distancia con el brazo izquierdo le encajé un derechazo en la mandíbula que todavía recuerdo en secuencias y cámara lenta. Dio un giro y se tomó la boca, inmediatamente sangre y un diente (por suerte para él, no era un diente definitivo) y seguido a esto… el típico llanto exagerado del hermano menor que todos conocemos.

El típico grito llorón sonó previsiblemente como una  sirena de alarma que anticipó el sonido más temido por mí.

Los talonazos de mi papá.

Seguramente mi padre no estaría dispuesto a dialogar racionalmente… ni tampoco me permitiría un minuto de pausa para calmar las cosas y explicarle lo injusto del resultado… y de cómo mi hermano había respondido también tan violentamente arrojándome la paleta Luisito® atentando contra mi integridad… Para luego, RECIÉN AHÍ SÍ, ver qué tipo de penitencia se me podía llegar a aplicar…

Advirtiendo ese clima poco amigable y hostil decidí  correr al máximo de lo que daban mis pies en dirección contraria al sonido de los talonazos que anticipaban la aproximación del peligro… destino, el patio.

El patio era un escape a una “libertad relativa”. Había sol… césped, plantas, todo muy lindo… pero todo cercado por paredes… paredes y un portón…

“¡El portón!”

En ese instante de lúcida brillantez recordé que ya había probado pasar por entre sus rejas… (Alguien me había dicho que si la cabeza pasaba por un lugar, el cuerpo también… y esas rejas tenían la distancia exacta.. por lo menos un par de semanas atrás la tenían)

Ya había sentido el sonido de la puerta mosquitera que daba al patio... y que hacía unos segundos yo también había abierto desesperadamente. Sabiendo eso… seguí corriendo hasta llegar al portón donde di una media vuelta veloz asegurándome ver de  reojo la proximidad del peligro… así era… mi padre habrá estado a unos pocos metros. Reaccioné sin dudar y traspacé  las rejas… con lo justo… se me rasparon las orejas… pero encontré la libertad verdadera y eterna de la calle…

"¿Libertad verdadera y eterna?"

Mi papá me miró un instante cara a cara… pero yo del otro lado (jeje)… y enseguida se dispuso a buscarme… abriendo la puerta mosquitera… sonido de la puerta que se cerró…. (yo calculando los tiempos)… sonido de la puerta de la casa que daba a la calle que se abrió… sonido de la puerta del enrejado de adelante que se abría (no sé como se llama)… y ahí sí… el momento exacto de traspasar las rejas nuevamente hacia el patio… el patio de la otra libertad alternativa.

Mi padre y yo nuevamente cara a cara, las rejas del portón permitiendo ese encuentro visual pero evitando el contacto, que seguramente no sería lo mejor para mí. 

Él, psíquicamente desequilibrado y alterado.  En contraste a mi ser, inmutable  transmitiendo frialdad lógica y paz interior paciente, a la  espera de que el ambiente se enfríe para entablar un diálogo normal de padre e hijo dispuesto a aceptar su imputabilidad, eso seguro.

Mi padre desapareció.

Otra vez sonido de la puerta del enrejado que no sé como se llama… sonido de la puerta de la casa… sonido de la puerta que da al patio. PADRE A LA VISTA. Momento de aplicar la misma acción evasiva hacia la otra libertad, la libertad alternativa, la calle.

Ahí se quedó mi papá mirándome. Su último intento, ya de resignación, fue el gesto típico de la mano intimidante como diciendo: “ya vas a ver cuando te agarre”…

Pero todo quedó ahí… un rato después yo regresaría y recibiría un plan de penitencia aceptable (y dentro de todo bastante justo) como para ser aceptado y cumplido por cualquier hijo reo universal.







En mercado libre todavía suelen aparecer avisos del juego de tenis de mesa marca "Luisito®"
En mercado libre todavía suelen aparecer avisos del juego de tenis de mesa marca "Luisito®"
Gesto parecido al realizado por mi padre aunque el de mi padre fue menos misericordioso.
Gesto parecido al realizado por mi padre aunque el de mi padre fue menos misericordioso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario