Uno de mis mejores inventos, si no el mejor, fue “La caja fuerte indigente” (hoy se me ocurre bautizarla así. Antes era “la caja fuerte” a solas… no conocía la palabra “indigente”)
Descripción del invento, estructura:
Físicamente se podría comparar con un paquete de yerba de medio quilo… a lo mejor un poco más chica… sí, un poco más chica pero más o menos… no mucho más chica que un paquete de yerba de medio quilo.
Construí esa caja prismática utilizando siete pedazos de madera, a puro martillazo de clavos quedó una sólida caja desprolija de seis caras… y no quiero marear en la explicación (tal vez tenga que dibujar)… o sea… a ver… eran siete maderas porque en uno de los lados largos, se tuvo que dividir en dos.
¿Para qué?
Para poder hacer una puerta en la mitad inferior, y una botonera numerada del uno al nueve en la de arriba.
En lo que refiere a la puerta de acceso… fue muy fácil de hacer, porque con dos clavitos clavados a una misma distancia se buscó cumplir la función de bisagra o eje , lográndose un movimiento satisfactorio generando una apertura desde arriba a modo de “horno de cocina”. Ahí se guardaría lo que se quería resguardar a seguridad extrema.
En la mitad superior de ese lado diseñé la botonera (que no eran más que nueve clavitos atravesando la madera), quedando la cabeza del clavo en la parte exterior del prisma, y las puntas pinchudas solamente visibles en el interior antes de terminar la construcción total… (estoy revisando los párrafos porque no sé si se entiende. Ya sé que me explico bien, pero quiero que se entienda)
Ahora viene el sistema de funcionamiento secreto:
Dentro de la caja, a la altura de la botonera, se encontraban dos motorcitos (Que alguna vez cumplieron la función de divertirme haciendo andar unos trencitos eléctricos, hasta que los trencitos se rompieron o me aburrieron y tuve que desarmarlos.)
A los motorcitos les encajé unos ejes doblados como gancho, trabando unos clavos doblados (también a modo de gancho) ubicados en la parte superior de la puerta. (los ejes eran de algún autito que también ya se había roto o me había aburrido)
El secreto era que los motorcitos se conectaban con un par de cables cada uno, entre estos (los motores) y las puntas no visibles de cuatro de los nueve clavos que formaban la botonera. Es decir, desde afuera, y sabiendo cuales eran los clavos correctos… sólo había que hacer contacto con unos cables electrificados de un transformador de nueve volts… y la caja se abría o se cerraba en dos etapas.
(No voy a hacer el dibujo del esquema, más clara la descripción, imposible)
Tiempos de gloria.
Hasta ahí todo excelente, la caja era un éxito. Nadie podía abrirla salvo que yo les dijera la combinación de clavos correcta.
Venían mis amigos y pasaban un rato tratando de decifrar cuáles eran los números (clavos) correctos.
Mi hermano y sus amigos también pasaban por ese desafío y reconocían la seguridad que propiciaba el sistema.
Amigos de mis padres también (Recuerdo al “Pato” viendo la cajita como si fuera el “cubo mágico” y diciendo… “fahh, qué cabeza! Sos todo un inventor!” … y yo haciéndome el humilde le explicaba cómo la había construido y como señal de buena onda y superioridad , le pasé la clave para que viera los 5 pesos guardados en su interior , mis ahorros).
El final.
El sistema era buenísimo, pero siempre existe el azar… y gente que tiene algo así como un sexto sentido para encontrarse con el éxito, frustrando todo el esfuerzo y demanda intelectual que me llevó inventar la caja fuerte indigente.
Una noche de finde, probablemente un sábado, “los chachos” vendrían a comer un asado a casa. Éramos vecinos de dos cuadras y amigos de mucho tiempo. (Los “chachos” ;durante una etapa de mi vida, entre mis tres y cuatro años de vida; fueron mi familia adoptiva, tengo recuerdos tipos “flashes” muy lindos pero no voy a describir ninguno porque lo que importa en este texto es mi invento)
Por supuesto que yo mostré orgulloso mi flamante invento. Jorge y María Elena (los chachos grandes) ya habían intentado abrir la caja y no lo había logrado y hasta creo que Jorge me había desafiado alguna apuesta por lo que era doble triunfo para mí.
Venía todo muy bien hasta que apareció la chacha chica con Osvaldo, el novio. Jorge le muestró mi invento y la desafió a practicar la apuesta…
Yo confiado acepté.
Oslvaldo se encontraba observando y comentaba lo interesante que estaba el invento.
No duró mucho el comentario y las congratulaciones… cinco segundos después escuché a la chacha decir:
-:”Listo ahí se abríó, ¡Gané yo! ¿Qué me gané? Ah! Estos cinco pesos son míos!” (los cinco pesos de la caja)
Creo que debe haber visto mi cara, y la cara de su padre y tal vez por eso se ubicó un poco… y bajó los humos triunfales.
-:“No mentira, ahí los guardo… lo adiviné de suerte pero qué bien pensado que está!, te felicito!”
Sí , claro.. esas palabras de consuelo no cambiaron nada, ni si quiera que no me hubiera “robado” los cinco pesos…
..........
Hasta que se me pasó la mufa la desheredé como la hermana adoptiva mayor que alguna vez fue.

LA CHACHA TORTURÁNDOME. ( la misma que descifraría la doble combinación de la caja fuerte indigente poco más de una década después)
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