1987… después de tantos cambios de domicilio, entre
departamentos y casas de barrio… por primera vez vivíamos en casa propia…
bueno… casa propia es una forma de decir… porque la verdadera dueña del
territorio era la Susana Giménez, una gata negra gigante (para mí era gigante) y de muy pocas pulgas.
Ya había demostrado su dominio territorial la primer noche
que dormimos ahí. Cuando mi papá hacía el asado inagural en el patio (parrilla
sobre el piso de tierra)… al primer descuido la descubrimos arrastrando una
tira de chorizos completa (los llevaba arrastrando en etapas para no quemarse
tanto)
Otro momento donde demostró su autoridad fue este.
Mi hermano jugando con los autitos a las carreras de fórmula
uno en el mismo patio… gritaba haciendo el sonido de los autos (bastante
pica-pica sesos)
-:“Bruaaaaaaaaammmm (cambio de marcha) Broooooooom (otra
marcha (Bruaaaaaaaaaaammmmmm)”
Así estaba en esa carrera tan ruidosa y sin sentido en la
que seguramente ganaría su auto preferido hasta que se escuchó este sonido.
-"Jhhhhhhhhhhhh!"
Al instante mi hermano llorando a los gritos, mi mamá
corriendo para ver qué le pasaba y al darse cuenta llevarlo a limpiarse la
herida con meteolate o algo así.
Todo eso mientras la gata volvía muy tranquila a recostarse
donde estaba reposando previamente al hecho consumado.
Ese día Susana Giménez me cayó bien… no tanto otras veces en
las que la ligué yo.

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